A veces vemos mar en el desierto, como espejismo.
A veces te veo en el asfalto cogiendo margaritas,
que sumen impar en cada cuenta y voy buscando el sí.
Te veo en marejada de mis ojos y se desliza la imagen empapada en
halos de un amor que los desborda.
Te veo en el espejo y acaricio la sombra de tu cuerpo,
la sonrisa radiante, la pose del que fuiste.
También te veo entre mis brazos, acariciando manos,
bordeando la vida, con la tulipa oscura del ayer y ya no existes.
A veces somos agua entre la arena,
a veces hasta pienso que mi vida es la tuya,
tu cuerpo una ola y el mío la sal.
Te nombro entre el silencio, océano y jardín, jazmíneo tu aroma,
el jilguero te canta en la noche del tiempo, su trino llora.
Te veo entre las notas de campana y sigo inerte de poemas,
estática, oxidada de palabras, pusilánime y persigo tu voz en el
teclado.
El espejismo sigue, pero no luce el sol en mi desierto,
estoy en la ciudad y llueven calaveras,
la vida muere a cada paso y sigo en la ventana buscando tu
venida...
La arena se embebió de silencio, tu voz me llama.
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